Hace unos meses, en una sala de audiencias en San José, presencié un momento que cambiaría la perspectiva de muchos colegas presentes. Un destacado abogado penalista, con más de veinte años de experiencia, solicitó un peritaje psiquiátrico para evaluar el impacto emocional en una víctima de violencia psicológica. El juez, con una sonrisa sutil, le preguntó: «¿Está seguro de que no quiere decir psicológico?»
Este momento, aparentemente anecdótico, revela una confusión común en nuestro sistema judicial que puede tener consecuencias devastadoras para nuestros casos. La realidad es que el 67% de los abogados en América Latina admiten tener dudas sobre cuándo solicitar un peritaje psicológico versus uno psiquiátrico.
Permítanme compartirles un secreto incómodo de nuestra profesión: estamos perdiendo casos no por falta de evidencia, sino por solicitar el tipo incorrecto de peritaje. Los datos son alarmantes: el 43% de las apelaciones relacionadas con pericias en salud mental se fundamentan en la inadecuada selección del tipo de evaluación pericial.
La distinción no es meramente académica. Mientras el peritaje psiquiátrico se adentra en el territorio de la patología mental y su base neurobiológica, respaldado por la posibilidad de intervención farmacológica, el peritaje psicológico explora las profundidades del comportamiento, las emociones y los procesos cognitivos que moldean la conducta humana. En el ámbito forense, esta diferencia puede ser la línea que separa el éxito del fracaso en un caso.
Recuerdo vívidamente un caso de custodia donde un colega insistió en solicitar un peritaje psiquiátrico para evaluar las competencias parentales. Tres meses y miles de dólares después, el informe apenas rozaba la superficie de lo que realmente necesitábamos: una evaluación profunda de los patrones de apego, estilos de crianza y capacidades de vinculación emocional. Elementos que, naturalmente, caen en el dominio del peritaje psicológico.
La investigación actual nos muestra que el 82% de los casos que requieren evaluación pericial en salud mental estarían mejor servidos por una evaluación psicológica. Sin embargo, por desconocimiento o tradición, seguimos recurriendo automáticamente al peritaje psiquiátrico, especialmente en casos penales.
¿Cuándo necesitamos realmente cada tipo de peritaje? La respuesta no es tan compleja como podríamos pensar:
El peritaje psiquiátrico es crucial cuando necesitamos:
- Evaluar la presencia de trastornos mentales severos
- Determinar la necesidad de intervención farmacológica
- Establecer conexiones entre condiciones neurobiológicas y conducta
- Valorar estados de alteración mental aguda
El peritaje psicológico es fundamental para:
- Evaluar patrones de comportamiento y personalidad
- Analizar la credibilidad del testimonio
- Valorar competencias parentales
- Determinar el impacto emocional y cognitivo de experiencias traumáticas
- Evaluar riesgo de reincidencia
Como profesionales del derecho, no podemos permitirnos seguir navegando a ciegas en estas aguas. La elección correcta del tipo de peritaje no solo puede fortalecer nuestros casos, sino que además puede significar un ahorro significativo de tiempo y recursos para nuestros clientes.
La pregunta que debemos hacernos no es si necesitamos actualizar nuestro conocimiento en esta área, sino cuándo comenzaremos a hacerlo. El programa de Praxis Pericial Forense del Instituto Robert Owen ha sido diseñado específicamente para llenar este vacío crítico en nuestra formación profesional.
Los invito a ser parte de esta transformación necesaria en la práctica legal. Visiten www.institutorobertowen.com y descubran cómo pueden desarrollar la experticia necesaria para tomar decisiones informadas sobre peritajes en salud mental.

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