Autor: Dr. Pablo José Cruz Méndez
Imagina que estás defendiendo a un cliente acusado de un delito grave. Sin embargo, tienes razones para creer que tu cliente puede tener una enfermedad mental que afectó su capacidad para entender la naturaleza de sus acciones. En este escenario, ¿a quién recurrirías para una evaluación experta? La respuesta es a un psicólogo forense, cuya evaluación de la capacidad mental puede ser crucial para determinar la responsabilidad penal.
La defensa de la incapacidad mental
En el sistema legal, la defensa de incapacidad mental, también conocida como la defensa de insanidad, es un argumento de que el acusado no debe ser considerado penalmente responsable debido a una enfermedad o defecto mental (Melton et al., 2018). Esta defensa se basa en la premisa de que para ser considerado culpable de un delito, uno debe tener la capacidad mental para entender la naturaleza y las consecuencias de sus acciones y para distinguir entre el bien y el mal (Bonnie, 1992).
Criterios para la incapacidad mental
Los criterios exactos para la defensa de incapacidad mental varían según la jurisdicción, pero la mayoría de los sistemas legales siguen uno de dos estándares principales: la regla M’Naghten o el Modelo de Código Penal (MPC) (Melton et al., 2018).
Bajo la regla M’Naghten, que se origina en un caso legal británico de 1843, el acusado debe demostrar que en el momento del delito, debido a un defecto de la razón resultante de una enfermedad mental, no entendió la naturaleza y la calidad de su acto o no supo que estaba mal (Shapiro, 1991).
El estándar MPC, desarrollado en la década de 1950, es más amplio. Establece que una persona no es responsable de una conducta criminal si, en el momento del delito, como resultado de una enfermedad o defecto mental, carecía de capacidad sustancial para apreciar la criminalidad de su conducta o para ajustar su conducta a los requisitos de la ley (American Law Institute, 1985).
El papel del psicólogo forense
Cuando se invoca una defensa de incapacidad mental, el papel del psicólogo forense es crucial. Estos profesionales están especialmente capacitados para evaluar la capacidad mental de un individuo y proporcionar un testimonio experto en el tribunal (Melton et al., 2018).
La evaluación de un psicólogo forense generalmente implica una revisión exhaustiva de los registros médicos y legales relevantes, entrevistas con el acusado y posiblemente con familiares y asociados, y la administración de pruebas psicológicas (Nicholson & Norwood, 2000). El objetivo es obtener una imagen completa del estado mental del acusado en el momento del delito y cómo pudo haber afectado su comportamiento.
Desafíos en la evaluación de la capacidad mental
Sin embargo, evaluar la capacidad mental retrospectivamente puede ser un desafío. Los psicólogos forenses a menudo deben basarse en registros históricos y relatos de testigos, que pueden ser incompletos o poco confiables (Melton et al., 2018). Además, algunos acusados pueden intentar exagerar o fingir síntomas de enfermedad mental para evitar la responsabilidad penal (Rogers, 2008).
Para abordar estos desafíos, los psicólogos forenses emplean una variedad de herramientas y técnicas, como pruebas de personalidad estructuradas y medidas de validez de los síntomas (Nicholson & Norwood, 2000). También pueden considerar factores como el historial de enfermedad mental del acusado, su comportamiento antes y después del delito, y la consistencia de su presentación a lo largo del tiempo (Melton et al., 2018).
Enfermedades mentales comunes en casos de incapacidad mental
Ciertas enfermedades mentales son más comúnmente asociadas con las defensas de incapacidad mental. Estos incluyen trastornos psicóticos como la esquizofrenia, en los cuales los delirios o alucinaciones pueden distorsionar la percepción de la realidad del individuo (American Psychiatric Association, 2013). Los trastornos del estado de ánimo severos, como la depresión o el trastorno bipolar con características psicóticas, también pueden ser relevantes (Melton et al., 2018).
Es importante tener en cuenta que la mera presencia de una enfermedad mental no es suficiente para una defensa exitosa de incapacidad mental. La enfermedad debe haber afectado sustancialmente la capacidad del individuo para apreciar la naturaleza o la ilicitud de sus acciones en el momento específico del delito (Shapiro, 1991).
Resultados de una defensa exitosa de incapacidad mental
Si una defensa de incapacidad mental tiene éxito, el acusado generalmente es declarado “no culpable por razón de demencia” (NGRI). Sin embargo, esto no significa que el individuo simplemente sea liberado. En la mayoría de las jurisdicciones, un veredicto NGRI resulta en el compromiso civil involuntario del individuo en una instalación de salud mental (Melton et al., 2018).
La duración de este compromiso puede variar, pero generalmente el individuo es retenido hasta que se determina que ya no representa una amenaza para sí mismo o para otros (Melton et al., 2018). En algunos casos, esto puede resultar en un periodo de confinamiento más largo que si el individuo hubiera sido encontrado culpable y sentenciado a prisión (Silver, 1995).
Controversias y críticas
La defensa de incapacidad mental ha sido objeto de controversia y críticas. Algunos argumentan que es una “escapatoria fácil” que permite a los delincuentes evitar la responsabilidad de sus acciones (Perlin, 2016). Otros expresan preocupación de que los acusados que “se salen con la suya” con una defensa de incapacidad mental eventualmente serán liberados para volver a ofender (Janofsky et al., 1996).
Sin embargo, los defensores argumentan que la defensa de incapacidad mental es un reconocimiento necesario de que algunas personas con enfermedades mentales severas pueden no ser moralmente culpables de sus acciones de la misma manera que otros (Morse, 1985). Sostienen que el tratamiento, no el castigo, es la respuesta apropiada en estos casos.
El futuro de las evaluaciones de capacidad mental A medida que nuestra comprensión de la mente humana continúa evolucionando, también lo hace el campo de la evaluación de la capacidad mental. Los avances en neurociencia y neuroimagen, por ejemplo, pueden proporcionar nuevas ideas sobre cómo ciertas condiciones cerebrales pueden afectar el comportamiento (Raine, 2013).
Sin embargo, es poco probable que estas herramientas nuevas y emergentes reemplacen completamente el juicio clínico de psicólogos forenses capacitados en el corto plazo. La evaluación de la capacidad mental probablemente seguirá siendo un proceso altamente individualizado que requiere una cuidadosa consideración de múltiples factores psicológicos, biológicos y contextuales.
Conclusión
La evaluación de la capacidad mental en casos de responsabilidad penal es una tarea compleja y desafiante, pero es esencial para asegurar que se haga justicia. Los psicólogos forenses desempeñan un papel vital en este proceso, aportando su experiencia en la evaluación del estado mental y su impacto en el comportamiento.
Como abogado, entender el rol de los psicólogos forenses y los matices de la defensa de incapacidad mental puede ser crucial para representar efectivamente a los clientes con enfermedades mentales. Al trabajar en estrecha colaboración con estos profesionales, puedes asegurar que tus clientes reciban evaluaciones justas y completas y que sus derechos sean protegidos.
P&TM CONSULTORES
Referencias:
American Law Institute. (1985). Model penal code: Official draft and explanatory notes.
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.).
Bonnie, R. J. (1992). The competence of criminal defendants: Beyond Dusky and Drope. University of Miami Law Review, 47, 539.
Janofsky, J. S., Dunn, M. H., Roskes, E. J., Briskin, J. K., & Rudolph, M. L. (1996). Insanity defense pleas in Baltimore City: An analysis of outcome. The American Journal of Psychiatry, 153(11), 1464–1468.
Melton, G. B., Petrila, J., Poythress, N. G., Slobogin, C., Otto, R. K., Mossman, D., & Condie, L. O. (2018). Psychological evaluations for the courts: A handbook for mental health professionals and lawyers (4th ed.). The Guilford Press.
Morse, S. J. (1985). Excusing the crazy: The insanity defense reconsidered. Southern California Law Review, 58, 777.
Nicholson, R. A., & Norwood, S. (2000). The quality of forensic psychological assessments, reports, and testimony: Acknowledging the gap between promise and practice. Law and Human Behavior, 24(1), 9–44.
Perlin, M. L. (2016). The insanity defense: Nine myths that will not go away. In M. D. White (Ed.), The insanity defense: Multidisciplinary views on its history, trends, and controversies (pp. 3–22). Praeger.
Raine, A. (2013). The anatomy of violence: The biological roots of crime. Pantheon Books.
Rogers, R. (2008). Clinical assessment of malingering and deception (3rd ed.). The Guilford Press.
Shapiro, D. L. (1991). Forensic psychological assessment: An integrative approach. Allyn & Bacon.
Silver, E. (1995). Punishment or treatment?: Comparing the lengths of confinement of successful and unsuccessful insanity defendants. Law and Human Behavior, 19(4), 375–388.